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El rechazo social: Una puñalada al corazón y a la autoestima de las personas (adultos incluidos)

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Franco Lotito

Por Dr. Franco Lotito C. –  www.aurigaservicios.cl

Hay muchos seres humanos que experimentan un trastorno que en psicología clínica se denomina “sensibilidad al rechazo social” (SRS), sea que se trate de niños, de jóvenes o de adultos. Todas estas personas sufren por igual, cuando –por distintas razones– se sienten excluidas por los demás, o bien, son rechazadas socialmente, situación que representa un verdadero ataque a la imagen y a la autoestima del sujeto afectado, con efectos devastadores.

A los individuos con SRS acentuada les preocupa sobremanera el rechazo por parte de los demás en sus relaciones interpersonales, sea que nos refiramos al círculo de amistades en la infancia, en la adolescencia o en la adultez, o bien, que se haga referencia a aquella persona con la cual se intenta construir una relación amorosa o de pareja.

Por una parte, las personas con SRS, de alguna manera “anticipan”, por decirlo de algún modo, el abandono que sufrirán a manos del otro, en tanto que, por otro lado  –sin que los propios sujetos tengan plena conciencia de ello– su propio comportamiento, ideaciones y actitudes pueden, eventualmente, conducir  –justamente– a que se produzca el rechazo al que tanto le temen.

Ahora bien, si las personas que sufren de este trastorno no están en condiciones de controlar el grado de su SRS, algunos de los efectos negativos que tiene pueden asimilarse a lo que en términos técnicos se llama “la PROFECÍA AUTOCUMPLIDA”, un concepto acuñado por el sociólogo Robert K. Merton y que hace referencia a una falsa creencia, la cual, ya sea directa o indirectamente, lleva, justamente, a su propio cumplimiento.

Merton señala que la profecía autocumplida es una suerte de predicción, que una vez que ha sido enunciada por una persona, representa en sí misma la causa principal de que la predicción se haga realidad debido a que se desencadena una serie de hechos y circunstancias para que ésta se cumpla al pie de la letra. Doy a continuación algunos ejemplos habituales de profecía autocumplida: “Me va a ir mal, me va a ir mal…” hasta que al sujeto se le cumplen su deseos y, efectivamente, le va mal en su objetivo; “Parece que les caigo mal…” y la persona termina causando desagrado en los demás; “Estoy seguro de que ella me va a dejar…” y efectivamente el sujeto termina por ser abandonado, etc.

Es como si la persona afectada buscara –o inventara– a propósito las señales y síntomas que corroboren su apreciación o impresión, por FALSA Y EQUIVOCADA que ésta sea.

También puede suceder que la persona no ha puesto nada de su parte para que el rechazo social se genere, y sin embargo, éste termina por producirse, generando en la persona afectada una serie de emociones negativas y altamente destructivas: rabia, dolor, tristeza, desánimo, depresión, baja autoestima, reacciones violentas en contra de los causantes del  supuesto rechazo.

Por otro lado, tenemos el caso de aquellos niños poco “populares” que nadie elige para la práctica de un juego o deporte colectivo, a pesar del gran deseo que tienen estos chicos de participar e integrarse a un grupo. También están esos niños y niñas a quienes nadie invita a un baile o a una fiesta de Cumpleaños, o aquellos a los cuales se les hace el vacío de inmediato cuando se acercan a un grupo. Asimismo,  hay niños que se convierten en objeto de matonaje infantil (o bullying) por parte de sus compañeros, o bien, que dan la impresión de que fueran “invisibles” ante los ojos de los demás: nadie del grupo se digna dirigirles la palabra.

Para muchos de estos niños y jóvenes esta experiencia puede ser emocionalmente devastadora y traumática, haciéndoles sentir que no valen nada. Para qué hablar si alguno de estos niños deseosos de pertenecer a un determinado grupo de amigos presenta, además, algún tipo de discapacidad física o un rasgo y/o característica distintiva especial (muy moreno, muy flaco, muy bajo, poco agraciado, de origen modesto, etc.).

Sea que la persona tenga una sensibilidad al rechazo social acentuada o que experimente el rechazo social sin que, necesariamente, sufra de SRS, el resultado final afecta por igual y no deja a nadie indiferente.

Para graficar de mejor manera lo que estoy exponiendo, voy a poner el ejemplo de un paciente mío con SRS muy elevada, al que le pondremos un nombre ficticio: Patricio. Este paciente es un profesional exitoso, pero sufre de SRS acentuada en sus relaciones sentimentales, al mismo tiempo que presenta una baja capacidad de autocontrol de impulsos, así como una disminuida habilidad para esperar y tener paciencia en su interacción con los demás, de modo que cuando tuvo un tercer fracaso en su relación de pareja, cayó en una fuerte depresión y en una crisis de ansiedad, condición que lo condujo hasta mi consulta.

Cuando Patricio relató su caso, él puso como ejemplo el fracaso de su última relación de pareja con Cintia (nombre ficticio), señalando que Cintia no conocía el valor de la lealtad, el respeto y el compromiso, y como forma de demostrar su punto de vista, Patricio explicó que esta actitud por parte de Cintia la experimentó innumerables veces mientras vivían juntos: él quería conversar con Cintia todas las mañanas a la hora del desayuno, pero en lugar de eso, ella no le prestaba atención y daba la impresión de andar medio dormida, tanto así, que en vez de escucharlo  a él atentamente, se ponía a bostezar, entrecerraba los ojos pareciendo quedarse dormida o simplemente se ponía a hacer otras cosas: ordenar la cocina, lavar la vajilla o ponerse a leer el diario. Ella parecía indiferente a sus quejas y reclamos, actitud que en un momento de rabia llevó al paciente “a quitarle de las manos el diario que estaba leyendo y arrojárselo a la cara”, con los resultados esperables: el rompimiento de la relación sentimental y el abandono de Patricio por parte de Cintia. Lo llamativo de la situación es que personas como Patricio cargan TODA la culpa en la pareja y no en su propio comportamiento: falta de paciencia y de autocontrol, exigencia constante de atención, inseguridad personal.

Sujetos como Patricio que presentan una SRS elevada comienzan a obsesionarse con la duda recurrente de si realmente los quieren o no, y sus propias dudas y rumiaciones internas comienzan a generar una suerte de cascada de reacciones y respuestas que combinan rabia, ira y resentimiento, especialmente, cuando aumentan los temores de que podrían ser abandonados por parte de la pareja, en lo que más arriba hemos llamado “profecía autocumplida”.

Si analizamos el caso de los niños con SRS elevada, pronto advertiremos que estos niños y jóvenes algo solitarios y callados, son discriminados e intimidados con mayor facilidad por sus compañeros, en comparación con otros niños que no sufren de sensibilidad al rechazo. Es como si “atrajesen” el rechazo.

¿Qué enseñanzas debemos sacar de todo esto?  Aquellas personas que tienen esta vulnerabilidad elevada tienden a experimentar el rechazo por mucho tiempo, lo que a su vez, va carcomiendo el sentimiento de la propia valía del sujeto y resintiendo fuertemente su autoestima, todo lo cual, hace más probable que la persona pueda entrar en una depresión.

Se ha demostrado, asimismo, que el rechazo social, al mismo tiempo que provoca furia, arrebatos de ira, rabia, etc., en el individuo, también lo conduce a experimentar estrés, lo cual influye negativamente en la respuesta del sistema inmunitario del sujeto, aumentando el riesgo de padecer trastornos cardiovasculares, depresión, asma, artritis reumatoide, diabetes y cáncer, entre otros males. Es una situación en la que todos pierden.

El aprendizaje –y la enseñanza– final  que hay que hacer va por dos senderos:

  1. Las personas con SRS elevada deberán aprender –lo quieran aceptar o no– a mejorar su capacidad de autocontrol y de autocontención frente al rechazo social, especialmente si estas personas son sujetos adultos. Los métodos y estrategias para poder lograrlo están disponibles.
  2. Para el caso de aquellos niños que, por diversas razones, practican la discriminación y el rechazo social respecto de otros niños y niñas más sensibles, tanto los padres como las instituciones educacionales deberán preocuparse de enseñarles y formarlos con otros valores y principios. Uno de estos principios dice relación con el respeto, la no discriminación y el trato digno que hay que dar a los demás.

La razón es muy simple. Lo único que buscan los niños y niñas rechazados socialmente por sus pares, es lo que desean todos los niños por igual: SER ACEPTADOS COMO UNO MÁS EN EL GRUPO.


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