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¿Por qué razón fracasan los países? Naciones inclusivas versus naciones extractivas (y depredadoras)

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Franco Lotito

Por el Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl

“Más vale ser una vaca en Europa (o en Estados Unidos) que un pobre en Latinoamérica”. Esta frase terrible y algo sarcástica, la escribió el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz (2006), en su libro “Cómo hacer que la globalización funcione” por una razón muy sencilla: en Europa y Estados Unidos las vacas son subvencionadas por los distintos gobiernos con dos dólares al día, en tanto, que millones de pobres están obligados a vivir con U$1.75 por día. Así de terrible.

Dos profesores, uno de la Universidad de Harvard y otro del MIT (Massachusetts Institute of Technology) se unieron para escribir un libro que lleva un título muy significativo –y también provocativo–, a saber: “Por qué fracasan los países: el origen del poder, la prosperidad y la pobreza” (“Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty”, en inglés).

Digamos previamente, que entre ambas universidades han entregado a la humanidad la no despreciable cifra de 152 premios Nobeles de todas las especialidades (77 el MIT y 75 Harvard), en tanto que nuestro país, en toda su historia, ha cooperado al conocimiento y a las artes con dos premios Nobeles en Literatura. Con estos antecedentes a la mano, podemos pensar que ambos investigadores tienen algo importante que decir y aportar. Y así es.

Uno de ellos, Daron Acemoglu, es profesor de economía, en tanto que James Robinson es profesor de ciencias políticas, y juntos han abordado el grave y eterno problema del subdesarrollo tan común en numerosos países de nuestro agobiado planeta Tierra, tratando de explicar –y poniendo en evidencia con lujo de detalles– numerosos casos tomados de la “vida real” de  naciones que fracasaron (y fracasan) miserablemente en sus intentos de favorecer al ciudadano común y de a pie.

Otro investigador, el Dr. Noam Chomsky (2010) es aún más gráfico y titula su libro “Estados fallidos: el abuso de poder y el ataque a la democracia” refiriéndose a aquellos estados que carecen  de capacidad –o de voluntad– para defender y proteger a sus ciudadanos de la violencia, la corrupción e incluso, de la (auto)destrucción.

Acemoglu y Robinson (2013), por ejemplo, plantean que las hipótesis habituales de tipo cultural, religioso, genético, racial, geográfico o climático, sólo explicarían una parte muy menor de por qué razón existe tanta desigualdad, pobreza, desconfianza y escasa disposición a colaborar entre las naciones, y entre los ciudadanos de dichas naciones.

Estos dos investigadores destacan, entre otras cosas, que las instituciones formales de una determinada sociedad no han sido creadas para ser eficientes socialmente  y actuar en beneficio de sus ciudadanos, sino que, por el contrario, parecen haber sido creadas y formuladas para servir –y de manera servil– a los intereses de quienes tienen el poder de negociar y dictar el diseño de las leyes, las normas y las regulaciones de un  país, sin que importe  mucho, si los que gobiernan son de derecha o de izquierda.

De otra forma ¿cómo se explica que en plena “democracia”  el gobierno chileno a través de una “Ley de Pesca” le haya entregado en bandeja de oro y de por vida –en gran parte orquestado por el (des)honorable senador  Jaime Orpis– a ¡siete familias chilenas! los derechos exclusivos de pesca en alta mar para todo el territorio nacional?

¿O cómo explicamos que todos los delitos flagrantes de “cuello y corbata” donde las estafas a manos de políticos, grandes empresarios y familiares de actuales (o pasados) presidentes de la República –que se elevan a miles de millones de dólares– queden en la impunidad y sin castigo?

Pero… ¡pobre de usted si se le ocurre no dar una boleta por una venta de un Tic Tac de $300! Porque el Servicio de Impuestos Internos le caerá encima con todas las penas del infierno, con el cierre de su negocio entre 6 y 15 días, y  con la amenaza de cárcel incluida si usted reincide, tal como sucedió hace algunos meses atrás con el dueño de un modesto negocio familiar.

Por lo tanto, no es de extrañar lo que nos dicen estos dos investigadores norteamericanos, cuando señalan que las instituciones económicas y políticas que rigen las sociedades actuales pueden ser de tipo extractivas o inclusivas. El lector atento ya habrá adivinado que el tipo de instituciones que tenemos en Chile son de tipo netamente EXTRACTIVAS y DEPREDATORIAS. ¿Los fundamentos para afirmar lo anterior? Muchas y muy simples: las instituciones económicas y políticas que “disfrutamos” en Chile se han dedicado durante los últimos 30 años –sin ningún tipo de recato (o de vergüenza)– a diseñar regulaciones, leyes y ordenamientos destinados a mantener y, si es factible, a hacer prosperar de manera alegre la extracción de rentas y recursos en favor de una minoría altamente privilegiada, en desmedro de una gran mayoría indefensa e impotente frente a tanta injusticia económica, social y educacional.

¿Cómo se logra esto? Muy sencillo: a través de la promulgación de perdonazos  y condonaciones por no pago de impuestos por valor de cientos de millones de dólares, leyes de amarre constitucional que favorecen a unos pocos, centralización extrema y rígida en la conducción de la política y la economía, senadores y diputados apernados  a sus escaños que se  reeligen de por vida y de forma indefinida (a pesar de ser varios de ellos delincuentes declarados), financiamiento sucio de campañas políticas –incluidas las presidenciales– por intermedio de platas negras y orquestadas por grandes empresarios, la existencia de un presidencialismo exagerado y extremo, la presencia de un extenso tráfico de influencias, el pago de cohecho a centenares de funcionarios públicos, la existencia de lavado de activos y un larguísimo etcétera.

Lo más triste y frustrante, es que ningún grupo político, sea éste de derecha o de izquierda, está dispuesto a realizar modificaciones al statu quo reinante, o bien, a cambiar las “reglas del juego” de manera voluntaria… si eso implica la pérdida del poder político adquirido. Si usted no lo cree, analice el lector todas las trampas y engaños que llevan a cabo los partidos políticos y sus representantes, con el objetivo último de mantener –y aumentar si es posible– su cuota de poder.

Hermoso sería si pudiéramos tener instituciones políticas y económicas del tipo INCLUSIVO como en Noruega, Dinamarca, Finlandia o Suecia, donde el bienestar de la comunidad tiene prioridad absoluta por sobre el bienestar individual, donde las reglas del juego son claras y justas, ya que posibilitan la participación de la gran mayoría de las personas en los beneficios que entregan las actividades económicas del país, donde se aprovechan los talentos y las habilidades de las personas y se entrega a cada individuo la posibilidad de elegir lo que es mejor para él o para ella, despejando el camino para dar espacio al desarrollo tecnológico, a la innovación, el acceso a salud y a una educación de alta calidad, donde la creatividad de las personas es estimulada y premiada.

Muchos hablan del deseo de “cumplir el sueño americano”, es decir, llegar a Estados Unidos y hacerse millonario. A decir verdad, si usted desea vivir “el sueño americano”, entonces es mejor que se vaya a vivir a Noruega. De otra forma, se expone a vivir una gran decepción. Se lo doy garantizado.


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