Por Gonzalo Véjar Paz, Antropólogo – Corporación ACCESO.
En el contexto de las reformas que incluye el Programa de Gobierno de la Nueva Mayoría, liderado por la Presidenta Michelle Bachelet, donde destaca la educacional, tributaria y nueva constitución, se ha hecho necesario acrecentar las acciones de pedagogía política para explicar los alcances de cada una de ellas, con la finalidad de asegurar la efectividad de estas transformaciones mediante la amplitud de sectores políticos y sociales que la sustenten, ya que estos cambios requieren convergencias de acciones, articulaciones y agendas.
Es así como diferentes actores políticos y sociales se han dado a la tarea de generar actividades tendientes a propiciar diálogo y reflexión respecto a diferentes ideas fuerza y conceptos que se encuentran presentes en este programa, con el objetivo de facilitar su difusión.
Si bien es cierto parece exagerado plantear que estamos ante un “impulso refundacional”, al menos se trata de una lógica reformista que posibilita dejas atrás la política de los consensos y conversar sobre nuevos proyectos políticos para el país.
Hoy se ha puesto en duda las reales posibilidades de movilidad que ofrece el Neoliberalismo Social, ya que las determinantes contextuales generan un horizonte de posibilidades reducido, con demasiadas adversidades en el camino. A ello se suma la escasa participación ciudadana a la hora de la toma de decisiones relevantes, la reproducción de desigualdades arbitrarias y una clase dirigente que se vio cooptada por las elites económicas.
Entonces la pedagogía política y acciones comunicacionales planificadas y efectivas se vuelven relevantes, toda vez que existe una disputa y tensión en el plano cultural, en lo que algunos observan como la lucha por la hegemonía cultural, por cómo se distribuye el poder en la sociedad y por las concepciones respecto a los alcances de lo público y lo privado, más o menos Estado, competencia o regulación, definiciones sobre el concepto de “libertad”, secularismo v/s religión y mercado v/s ciudadanos, entre otras definiciones y disputas.
Esta tensión en el plano cultural se explica, por ejemplo, en el contexto de la Reforma Educacional, donde se piensa en una educación pública de calidad que integre a los individuos social y culturalmente diferentes, lo que pasa a ser visto como un derecho ciudadano. Por ende, se entra en pugna con un modelo que fomentaba la fragmentación, los nichos y la discriminación, que tenía como telón de fondo la matriz cultural del consumo frenético estimulado por la publicidad ensordecedora, el individualismo destructivo y la valoración de la persona basada en su capacidad de consumo y endeudamiento.
Como lo planteaba en una columna anterior, se debe avanzar tomando en cuenta las condiciones objetivas del entorno, ya que la acción política no actúa de forma descontextualizada. En este sentido, han sido diversos los agentes sociales que se han movilizado planteando su malestar e indignación con fuerza – como una especie de expresión de la toma de conciencia crítica – en la necesidad de generar una sociedad más justa, solidaria, humana y fraterna y así enfrentar un sistema que margina y excluye; siendo una gran voz que ha hecho una invitación colectiva a participar, a hacerse parte, a transitar los caminos de la integración, en un proyecto de sociedad amplio, horizontal, representativo, creativo y crítico.