Por Patricio Riquelme Luco.
Ayer en la mañana santiaguina, a ratos escuchaba en el matinal que junto a la “biografía” de Daniela Castillo (aún no sé quién es), los animadores hablaban temerosos de las nubes negras sobre la capital.
Yo miré por la ventana y nada. Estaba un poco nubladito. Y seguían bombardeando de preguntas, llenas de preocupación, al meteorólogo de la farándula.
Después, afuera de un supermercado de uno de los miles de malls de Puente Alto, un acomodador nos miró nervioso y vaticinó: “va a llover!”. Ante esa afirmación, algunos transeúntes temblaron.
A media tarde, mientras cocinábamos en el departamento, Paula miró hacia afuera y me dijo: “está chispeando”, y seguimos dándole al cocimiento.
Nos fuimos al terminal, para volver a Temuco por fin, y al salir a la calle, con una fina garuga, vimos escenas apocalípticas, calles inundadas, transeúntes corriendo despavoridos dejando sus pertenencias tras ellos, oficinistas ridículamente enfundados en impermeables y parkas de alta montaña. Y el comentario de todos en las esquinas, ateridos de frío y desbordados de desesperanza era el diluvio que vivían. Y seguía garugando.
Chile ayuda a Chile, amarren los perros, junten alimentos, abríguense con las frezadas y séquense de ahí con la “toballa”.
Santiaguinos, jajjajajaja