Por Gonzalo Véjar Paz, Antropólogo – Corporación ACCESO.
Está resultando recurrente que algunos actores políticos, como respuesta y resistencia vigilante a las acciones reformistas y reguladoras iniciadas por el actual Gobierno de la Nueva Mayoría, intenten definir su itinerario como un verdadero cambio de paradigma -entendido como un sistema de conceptos, prejuicios, valores y creencias- conducentes a pensar que Chile se encuentra viviendo una revolución izquierdista.
Han sido diversos los analistas que más bien plantean que este Programa de Gobierno conlleva reformas socialdemócratas, de acuerdo a las condiciones políticas, sociales y culturales objetivas que posibilitan determinados cambios; teniendo presente que la acción política no funciona de forma descontextualizada, sino que depende de las circunstancias materiales a las que esta se enfrenta.
En este escenario de transformaciones, donde se pone el acento en conceptos como inclusión, representación y democratización, está el desafío de acrecentar la pedagogía política, utilizando las variadas plataformas comunicacionales existentes, con la finalidad de enfrentar la amplia cobertura y difusión que las posturas más reaccionarias encuentran en diversos medios de comunicación, instancias promotoras de las ideas del no cambio, del conservadurismo y de la reproducción permanente del status quo y del orden social de la transición.
Son estos sectores los que pretenden hacer creer que las propuestas gubernamentales, como la Reforma Tributaria y Educacional y una Nueva Constitución, entre otras, se encuentran emplazadas en una revisita al marxismo, en el contexto de una revolución izquierdista, con ribetes autoritarios y populistas, que pondrían en peligro “la paz social”.
Son estas caricaturas y estigmatizaciones las que debe hacer frente tanto el Gobierno, los partidos políticos de la Nueva Mayoría y organizaciones de la sociedad civil que coinciden en la necesidad de llevar adelante estas transformaciones, teniendo que darse a la tarea de explicar adecuadamente, por ejemplo, en qué consiste un Estado de Derechos y qué se entiende por segregación, discriminación y exclusión, entre otros, con la finalidad de otorgarles pleno sentido.
Este contexto nos debe hacer reflexionar críticamente respecto a nuestra realidad sociocultural, toda vez que en el Chile del Neoliberalismo Social, dejamos a tras mano los asuntos culturales, conformándonos con la generación de un ciudadano / consumidor, escasamente reflexivo, individualista y competitivo, siendo esa la principal matriz cultural, alejada de los valores de la solidaridad, la fraternidad y la justicia social.
En esta sociedad que comienza a plantear resistencias a esta matriz cultural, a la atomización social y evidencia mayores grados de politización, se encuentra la alternativa de profundizar en conceptos y en nuevos proyectos políticos, más allá de lo hegemónico que se planteó el Neoliberalismo, adentrándonos en heterogéneas libertades civiles y la posibilidad de generar transformaciones y mayores grados de igualdad en un contexto democrático.
Ahora que nos intentamos salir de la modorra autocomplaciente -luego de las movilizaciones sociales- logramos ratificar que nos habíamos quedado demasiado tiempo detenidos en cálculos carentes de ideas y en la exacerbación de la lógica pragmática-tecnócrata, cuestiones que hoy debemos hacer frente, toda vez que permearon lo cultural, siendo especialmente complejo posicionar con fuerza este programa de reformas y las nuevas energías utópicas, ya que habíamos renegado de lo relevante de las discusiones ideológicas y éticas, olvidándonos que, como dijo el cientista social José Ingenieros, “los ideales representan el resultado más alto de la función de pensar”.