Por Fredy Cartes, presidente Club Atlético Temuco, administrador de empresas.
Un secreto a voces y que nadie parece querer hacerse cargo, son las llamadas donaciones deportivas, una ley que en un momento puso una sonrisa en los rostros de deportistas y clubes deportivos sin fines de lucro y que en la práctica, no ha mostrado una real mejoría en sus condiciones, aun cuando esta cifra, que ronda los 20 mil millones de pesos anuales y que maneja una línea de crecimiento en cuanto a los aportes de las empresas entregados, parecen no llegar a un real destino. ¿Qué es lo que sucede entonces?, primero, la falta de preparación con respecto a esta ley de quienes deberían ser lo beneficiados, los clubes y deportistas no han sido suficientemente preparados en esta norma, a la hora de salir a pedir aún siguen trabajando a la vieja usanza, solicitando la ayuda que le puedan entregar, pareciendo muchas veces, más una limosna que un real aporte con miras al desarrollo del deporte, sin contar con los conocimientos suficientes para entablar una mesa de negociación, mostrando las ventajas que esta produce a la empresa el hecho de colaborar con un determinado deportista o apoyar el trabajo de un club, recibiendo así un monto menor de carácter gratuito, sin una visión de trabajo conjunto y que en su mayoría de los casos, no cumple más objetivos que un viaje determinado o la compra de poleras que si bien ayuda, no deja cimientos para el desarrollo y progreso de los atletas.
A esto debemos sumar el nacimiento de empresas dedicadas al desarrollo de eventos deportivos, quienes vieron una oportunidad de negocio en esta ley, formando o sacando personalidades jurídicas que cumplen con la normativa, pero que en la realidad, son ficticias, ya que su único objetivo es la negociación con las empresas para alcanzar estos montos, beneficiando a las empresas con la rebaja tributaria y a las agencias tomar un porcentaje de estos montos que rondan entre el 6 y 15 por ciento del monto entregado, siendo aquí donde en su gran mayoría van a parar los fondos, cuyo espíritu original era la ayuda al deporte.
Y finalmente las propias organizaciones deportivas de las empresas, algunas reales y otras de papel, que en concreto los aportes no cumplen otra finalidad que las cenas empresariales o el asado de fin de año.
Ya numerosas veces se le ha puesto el cascabel al gato, todos lo oyen venir, pero a nadie pareciera interesarle salvar esta situación, nos quedamos con las cifras alegres de los incrementos de estos montos, pero no queremos hacernos responsables por la real situación, en definitiva, nuestro deporte sigue empobrecido (salvo honrosas excepciones), las agencias siguen creciendo, los eventos se vuelven cada vez más costosos para los deportistas, las marcas empresariales resaltan cada vez más y nuestros clubes y deportistas siguen su peregrinación para conseguir sus pasajes o poleras que identifiquen a su club.