Por Gonzalo Véjar Paz, Antropólogo – Corporación ACCESO.
Poco a poco se comienza a palpitar ambiente de elecciones presidenciales, siendo aún las escaramuzas de los dirigentes de partidos políticos lo más relevante, en desmedro de las discusiones respecto a programas de Gobierno, que ha ocupado sólo algunas líneas y tibias declaraciones.
Parece ser que las posturas pragmáticas siguen siendo las protagónicas, basándose en el resultado de las encuestas y en el parecer de las elites políticas y económicas, dando la espalda a los requerimientos de parte de la ciudadanía que se esmeró en dejar clara sus posturas a través de los movimientos sociales, que ratificaron el descontento, frustración e indignación de crecientes sectores de nuestra sociedad.
En referencia a coyunturas como la anterior, el escritor Oscar Wilde planteó que “para cuantos conocen la historia, la desobediencia es la virtud original del hombre. Mediante la desobediencia se ha realizado el progreso: con la desobediencia y la rebelión”.
La pregunta entonces es cuánto de lo planteado por los movimientos sociales podrá ser plasmado en programas de Gobierno, vislumbrando una sociedad más justa, un horizonte utópico, invitando a los ciudadanos a soñar un Chile mejor, más digno y fraterno.
En este contexto aparecen entonces demandas de mayor autonomía regional, derechos políticos y territoriales mapuches; educación pública, gratuita y de calidad, reforma tributaria, desarrollo económico respetuoso del medio ambiente; enfrentar con políticas públicas de forma decidida la desigualdad, la injusticia social y los abusos que emergen cotidianamente en una sociedad neoliberal, sumado a la discusión sobre una nueva constitución política.
En escenarios de este tipo se ponen a prueba los liderazgos y perfiles de quienes pretenden gobernar, por lo que algunos analistas señalan que será necesario plantearse algunas consultas, como por ejemplo: ¿Qué simboliza cada candidato? ¿Cuál ha sido su vida pública? ¿Qué intereses ha representado? ¿Cómo entienden la forma del sistema político? ¿Cuál es la relación con los poderes económicos?
Sumado a lo anterior, debiésemos dejar que fluyan nuestras valoraciones comunitaria e históricamente elaboradas, como la solidaridad, la justicia social y la fraternidad, intentando superar los antivalores que emergen desde las lógicas mercantiles, donde la cultura hedonista influye dramáticamente en el individuo al fetichizar los objetos de consumo y porque tiende a privatizar los aspectos centrales de la vida, en contraposición a finalidades colectivas, solidarias y comunitarias.
Cuando el afán y deseo por consumir se vuelve lo central de la existencia, genera pérdida de sensibilidad hacia proyectos trascendentes, como los vinculados a las áreas artísticas, religiosas, intelectuales, políticas o emancipatorias, estableciéndose una privatización de la vida social y una despreocupación por los asuntos públicos. Entonces, un año electoral se transforma en una posibilidad de volver la discusión hacia temáticas de mayor relevancia para nuestro devenir histórico.