Por Gonzalo Véjar Paz, Antropólogo – Corporación ACCESO.
El intendente Francisco Huenchumilla, recién asumido el cargo, pidió perdón al pueblo mapuche por el despojo que el Estado hizo de sus tierras, en un hecho inédito desde una autoridad política de su envergadura, lo que da cuenta de una necesaria mirada histórica, contexto que no siempre está presente a la hora de los análisis, que suelen reducirse a un prisma economicista y de seguridad pública.
Con estas palabras y con lo que definió como su “Carta de Navegación”, sentó las bases de las características que pretende otorgarle a su trabajo, al hacer hincapié en coordinaciones basadas en la concurrencia de la ciudadanía y las múltiples organizaciones que actúan en La Araucanía.
Estas palabras permiten avizorar un panorama que nos podría posibilitar a quienes habitamos en esta región, nuevos horizontes utópicos, como el profundizar la politización y el concurso de los ciudadanos en los asuntos públicos; de manera informada, reflexiva y propositiva, con la finalidad de dejar atrás una excesiva concentración de poder en las autoridades y el actuar muchas veces decisivo de poderes fácticos.
Desde las organizaciones de la sociedad civil debemos sumarnos a la construcción de ciudadanía, al debate sobre los asuntos públicos y a la impugnación de medidas y normas cuando puedan ser catalogadas como injustas. En consecuencia, una mayor distribución de poder en la sociedad, para que desde la ciudadanía avancemos en crecientes espacios de deliberación y podamos concebir nuestro propio devenir.
Francisco Huenchumilla señaló que implementará una política de puertas abiertas a nivel de la Intendencia Regional, tanto para las organizaciones mapuches, como para todos aquellos con quien se requiera hablar. “Lo importante es que avancemos para que el Estado de Chile pague la deuda que mantiene con nuestra región”, sostuvo.
Reconocer una deuda desde el Estado y pedir perdón, sin duda facilita el diálogo democrático y supone que hemos dejado atrás una transición política, que lamentablemente se había tornado casi permanente.
Hoy como nunca es el momento de la política y de una democracia profunda y robusta, más que de miradas tecnócratas o de quienes han insistido erróneamente en reducir la cuestión mapuche a un problema solamente económico o de seguridad pública, ya que para llegar al estado actual de las cosas, se han confabulado la inequidad social y económica, la exclusión, el choque cultural y una deficitaria integración.
Debemos enfrentar viejos reduccionismos y estereotipos construidos desde la ignorancia y el mezquino interés, cuestionar y tensionar un orden que no ha sabido sacar adelante a nuestra Araucanía e ir dando solución a legítimas demandas históricas. Es el momento de sumarse a las transformaciones, incrementar la politización, reivindicar el espacio público como lugar de participación, debate y de crítica ciudadana, comprometernos con nuestro futuro y con el prójimo, desde el respeto y valoración de la diversidad, a partir de un intercambio racional de argumentos.
Estamos invitados a practicar la memoria y no el olvido. Ya lo dijo Aristóteles: “La memoria es el escribano del alma”.