Por Venancio Coñuepán.
La política es una de las tareas más nobles a las que pueden dedicarse los esfuerzos de las personas, implica abstenerse de intereses personales en pro del beneficio de la comunidad.
Esta vocación se marca y descubre por las distintas circunstancias que nos ha tocado vivir, desde las familiares a las históricas, la realidad efímera terminara por definir y condicionar la vocación de cada persona.
La convicción te lleva a la consecuencia, una virtud que nos permite considerar respetables a las personas que son consecuentes con sus propias ideas, no obstante, ser consecuente en una inmoralidad es una aberración, que no merece bajo ningún respecto ser respetado como un ideal.
La política da muchas vueltas, es un proceso continuo entre frustración y consecución.
Sentirse frustrado porque una realidad no permitió que nuestros gustos y aptitudes se proyectaren según nuestros sueños, implicaría pretender forjar una falsa vocación, que colinda con el capricho o la soberbia. El error de muchos está en confundir vocación con cargo, de ahí su frustración cuando se trunca una candidatura.
Aceptar, en cambio, el condicionamiento de las circunstancias, lejos de suponer fatalismo o inercia, constituye el único camino valido para vencer los desafíos de un verdadero ideal.
Lo ocurrido estos meses me permitió desentrañar mi única vocación.
Nunca he sido un manche – gente de derecha- por el contrario, siempre he pretendido ser un norche – persona derecha, justa, correcta- la herencia de mi kupalme es la plena conciencia de lo que soy: inche ta wallmapuwen che
El 26 junio de 1963, en plena Guerra Fría, ocurrió un hecho memorable en Berlín, Alemania.
Con motivo del decimoquinto aniversario del bloqueo de Berlín impuesto por la Unión Soviética con el consecuente levantamiento del muro de Berlín, John F. Kennedy, Presidente de Estados Unidos, dio un discurso a la ciudadanía apostada al balcón del edificio Rathaus Schoneberg:
“Todos los hombres libres, sin importar el lugar donde vivan, son ciudadanos de Berlín. Por eso yo, como un hombre libre, siento orgullo al decir: Ich bin ein Berliner – Soy un berlinés.”
La reacción fue inmediata; un millón de personas aplaudiendo, con un entusiasmo sostenido, un rumor ensordecedor.
Estamos en junio del 2013, vísperas del We Tripantu.
Los antiguos Kuifike Che comprendieron la existencia de fenómenos físicos que ocurren en la naturaleza, uno de estos la existencia de un momento en el cual el avance de la noche alcanza su máxima extensión, a partir de ese momento se inicia el proceso inverso, las noches se acortan y los días son más extensos.
A este punto culmine se le denomina Wiñoy Txipantu o We Tripantu, lo que significa retorno o salida del sol.
La importancia del We Tripantu para la sociedad mapuche, se manifiesta en la diversidad de ceremonias que existen en su celebración.
La tarde anterior antes de que se ponga el sol se comienzan los preparativos instalándose el anumka que consiste en colocar ramas de kila enterradas en dirección al puel mapu lugar donde sale el sol, con la llegada de los parientes y/o invitados se da inicio a un yeyipun hasta que el sol se pierda en el oeste.
Al llegar la noche se celebra un nutram – conversación- compartiendo la sabiduría, conocimientos e historias por parte de los ancianos Kimches, consejos para ser mejores personas y como asumirnos como mapuches en dignidad y orgullo.
Durante la noche también se realizan purrunes – baile- , manteniendo el espíritu del encuentro y permanente comunicación con los valores y conocimientos ancestrales.
Se debe permanecer despierto para recibir la llegada del We Tripantu, de madrugada cuando aparece un grupo de estrellas que anuncia la llegada del We Tripantu, se inician los preparativos para el Nguillan Mawun -ceremonia del amanecer-.
A la llegada del wunelfe – lucero del amanecer- las personas se bañan en los ríos, lagos o esteros como símbolo de purificación de su espíritu y cuerpo.
El regreso del sol significa la renovación de la naturaleza, de la sabiduría y el pensamiento mapuche, entendiendo nuestro propio ser del conjunto, comprendemos que nosotros mismos somos el We Tripantu porque también nacemos, crecemos y nos renovamos al igual que todo lo que existe en la naturaleza y en el universo.
El año pasado fue particularmente oscuro y largo en materias indígenas, consecuencias de una serie de factores que vienen gatillando el mal llamado conflicto mapuche, tales como:
La diversidad de opiniones acerca de la forma u orientación de las políticas públicas indígenas, de nuestra participación o no dentro del escenario político chileno, de la inyección de retórica ideológica ajena a los movimientos indígenas, de los egos y orgullos de viejas glorias, pero por sobre todo de la demagogia y carencia de un concepto claro y definido de lo que queremos para nuestro pueblo.
No es casualidad la gran de concejales y alcaldes electos en la última elección, ni mucho menos la cantidad de candidatos o precandidatos a parlamentarios mapuches este año, tales como José Ancalao, Marcelo Huenchuñir, Diego Ancalao, Hilario Huirilef, Domingo Namuncura, Venancio Coñuepan o Juan Carlos Paillalef.
Es la expresión de la salida de una nueva generación de mapuches, concientes de que la solución no llegara ni con terrorismo ni con represión.
La verdadera solución va de la mano de la esperanza en la fuerza creadora del pueblo mapuche.
De nosotros depende solucionar nuestros problemas ni de los partidos, ni de los Estados ni mucho menos de organismos internacionales.
Nosotros los genuinamente interesados somos los llamados a seguir la senda de nuestros abuelos.
Estuvimos por mucho tiempo callados, por el solo hecho de ser indios, pero el indio hablo y no dejara de hablar.
“La raza tiene una herencia y tradición que conservar y que hacia ese fin marcha el movimiento indigenista que se advierte en toda la zona. Los errores de épocas pasadas con respecto al tratamiento que se ha dado al indígena deben desaparecer, recalco. La actual pobreza y humillación tuvo su causa en la injusticia permanente y enorme de que fue víctima la raza. Los anhelos de la raza son justicia, respeto, tratamiento acorde a su condición, ayuda, fomento de sus actividades, educación, etc.”[1]
Por eso digo inche ta wallmapuwen che, soy un ciudadano del Wallmapu…
[1] Coñuepan, Venancio. Diario Austral. 1949